Música y emociones

Una de las cosas más hermosas que he descubierto desde que empecé a estudiar música es cómo la música y las emociones están profundamente conectadas. Desde el primer semestre ya comenzamos a reflexionar sobre esto, no solo como oyentes, sino también como futuros educadores: ¿qué sentimos cuando escuchamos cierta melodía? ¿por qué la música puede hacernos llorar, reír o sentir escalofríos?

La música tiene esa capacidad mágica de hablarnos sin palabras, de decir justo lo que sentimos aunque no sepamos cómo expresarlo. Incluso cuando no entendemos la letra (o no hay letra), podemos entender la emoción: una melodía puede sonar triste, alegre, agresiva, misteriosa, dulce, nostálgica…

De las cosas más mágicas que tiene la música es su capacidad para transmitir emociones sin palabras. Desde un suspiro hasta una explosión de alegría, la música logra expresar lo que a veces no podemos decir con frases.

En mis clases hemos trabajado ejercicios donde escuchamos diferentes piezas y tratamos de identificar las emociones que despiertan:

  • ¿Qué te hace sentir esta melodía lenta y en tono menor?

  • ¿Por qué esta canción animada nos pone a reír o a bailar?

  • ¿Por qué ciertas canciones nos hacen llorar sin saber bien por qué?

He aprendido que cada persona reacciona distinto, porque también proyectamos nuestras propias vivencias en la música. Lo mismo ocurre cuando interpretamos: la forma en que tocamos o cantamos está cargada de nuestra emoción.

Como educadora, quiero dar espacio a que los niños y niñas reconozcan y canalicen sus emociones a través de la música. Puede ser una herramienta poderosa para el bienestar emocional.


¿Por qué la música nos afecta tanto?

A lo largo del semestre, he aprendido que no es casualidad. Hay muchas razones por las que la música despierta emociones intensas:

  • Ritmo y tempo: los ritmos rápidos nos activan; los lentos nos calman. Un tempo muy lento puede hacernos sentir melancólicos, como si el tiempo se detuviera.

  • Tonalidad: las tonalidades mayores suelen asociarse con alegría o energía, y las menores con tristeza o profundidad emocional.

  • Instrumentación: los timbres influyen mucho. Un violín suave puede ser conmovedor, mientras que una batería fuerte puede transmitir poder o rabia.

  • Nuestra memoria personal: muchas veces una canción nos toca porque nos recuerda un momento vivido, una persona, un lugar.

Es decir, la música no solo comunica emociones, sino que también activa las nuestras propias.

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